Mundial de fútbol se celebrará en Rusia pese a que el presidente Putin no le gusta ese deporte

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EL MATERO, RUSIA.  No es una leyenda urbana. A Putin no le gusta el fútbol, aunque el Mundial se celebre en Rusia. Desde que llegó al Kremlin hace 18 años apenas ha pisado un estadio, aunque esta vez no tiene escapatoria.


“Es difícil decir (quién ganará). Hay muchos candidatos: los latinoamericanos, Argentina y Brasil, Alemania también jugó fantásticamente bien en las anteriores copas y España mostró un fútbol de gran calidad”, dijo en una reciente entrevista.


Aficionado al judo desde temprana edad y al esquí y al hockey sobre hielo una vez llegó a la Presidencia, Putin raramente habla sobre fútbol, aunque sí lo hace a menudo sobre deportes de invierno, los Juegos Olímpicos y la lucha contra el dopaje.


Nadie recuerda a Putin con una bandera al cuello, como es el caso de su delfín, Dmitri Medvédev, ministros del Gobierno y los jefes de corporaciones estatales como Gazprom, cuyo presidente, Alexéi Miller, es un gran aficionado del Zenit.


La canciller alemana, Angela Merkel, no se pierde un partido importante de la Mannschaft, al igual que ocurre con otros dirigentes europeos, ya no digamos latinoamericanos.


En su reciente visita a Rusia, el presidente francés Emmanuel Macron incluso intentó hacer un símil deportivo con la afición del líder ruso al judo y la suya al balompié para normalizar las relaciones entre Moscú y Occidente.


“Presidente Putin, querido Vladímir, sabemos que a usted le encanta el judo y aprecia la flexibilidad (…) y cualidades como la voluntad, el carácter y el respeto al rival. Hagamos lo mismo en las relaciones internacionales. A mí me gusta el fútbol. Juguemos a un juego colectivo que se cimente en la confianza”, aseguró.


Para el jefe del Kremlin el Mundial de fútbol es un proyecto desarrollista con el que quiere sacar al país del atraso, especialmente en el terreno de las infraestructuras, y convertir a Rusia en una de las cinco primeras economías del mundo.


Además, es un instrumento para romper el aislamiento internacional de Rusia, por lo que no dudó en defender al cesado jefe de la FIFA, Joseph Blatter, de las acusaciones de corrupción, y al zar del deporte ruso, Vitali Mutkó, de connivencia con el dopaje.


Lo mismo ha hecho con el sucesor de Blatter, Gianni Infantino, quien no ha querido ni hablar de un posible boicot, ya no digamos de que Rusia se quedara sin torneo por supuestos chanchullos en la elección del país que debía organizar los Mundiales de 2018 y 2020.


Como excepción a la regla, Putin asistió al partido inaugural de la Copa Confederaciones del pasado año en San Petersburgo -aunque no acudió a la final entre Alemania y Chile- y hará lo mismo mañana con el encuentro inaugural entre Rusia y Arabia Saudí en el estadio Luzhnikí.


De todas formas, no se espera que asista a muchos partidos, aunque todo depende de la actuación del equipo nacional, integrado en el grupo A junto a uruguayos, egipcios y saudíes, pero en el que apenas nadie confía.

En cuanto a la práctica del fútbol, hizo una excepción en marzo en el mismísimo Kremlin al darle unas patadas al balón junto a Infantino a falta de cien días para el inicio de la Copa Mundial.


En su momento, Putin lanzó una reprimenda a los clubes rusos por gastarse grandes fortunas en el fichaje de futbolistas extranjeros después de que el Zenit desembolsara 100 millones de euros en el brasileño Hulk y el belga Witsel.

“Yo mismo a veces les riño y hoy mismo, una vez más, lanzo una reprimenda a los directivos de las compañías, pero quiero subrayar que son las compañías y no el Estado las que fichan a los jugadores”, dijo.


Aunque, a renglón seguido añadió: “Los amantes del deporte también quieren ver a las estrellas mundiales y, por cierto, no cuando éstas ya se encuentran en su ocaso, sino cuando están en su cima, en plenitud”.


Pese a su amistad con Diego Armando Maradona, que le profesa una gran admiración, Putin asegura que su futbolista preferido es el brasileño Pelé, aunque también ha alabado al astro argentino, y de los rusos destaca a “La Araña Negra”, Lev Yashin.


No espera grandes cosas de la selección rusa y se conforma con que “luche hasta el final”, y cree que el principal objetivo del Mundial es ser “una fiesta para millones de aficionados de todo el mundo”.


En sus primeros años Putin salía de manera asidua por televisión en un tatami haciendo llaves de judo, pero sus problemas de espalda le convirtieron en un gran aficionado a la natación, deporte que practica diariamente.


También acostumbra a practicar esquí de montaña en su residencia invernal, Sochi, y, contra lo que es habitual en este país, aprendió a patinar de mayor, hace sólo unos años, y desde entonces juega al hockey, el deporte ruso por excelencia.

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