LA SOLEMNIDAD DEL ESTADO

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Por:

Neris Abreu Comas, M.A

5/7/2018



Desde que surgió el actual modelo de Estado, consecuencia de la firma de la Paz de Westfalia, en Alemania en 1648, ha seguido una solemnidad, protocolo o ceremonial, que le ha imprimido una autoridad, respeto y legitimidad, la cual ha sido casi acatada por los representantes de los diferentes gobiernos que lo han administrado alrededor del mundo.


El Estado ha instituido las reglas del juego, de actuación y comportamiento de sus máximos representantes, lo cual contribuye para el respeto por la figura de los presidentes y demás autoridades, incluido en el protocolo oficial en cualquier país. Entre las reglas del juego de los Estados está la solemnidad o los ceremoniales de Estado, extensivos y aplicables a los máximos ejecutivos de los Estados.



El respeto a esas reglas básicas de gobernar y actuar le agrega valor y connotación al jefe de Estado en particular, por lo que este no puede sustraerse de acatar, al menos que se proponga cualquierizar, profanar, pervertir, degradar, rebajar o relajar los actos y forma de ejercer el poder. Dentro de la solemnidad del Estado están instituidas disposiciones como la seguridad del presidente y de los máximos ejecutivos del Estado, el vestuario sobrio, agenda programada, escolta especial entre otras formalidades inherentes al funcionariado público.



Solo algunos presidentes atípicos alrededor del mundo han disminuido la solemnidad del Estado y no han sido halagadoras las experiencias para los pueblos que los han padecidos. Ejemplos de presidentes atípicos en América, que han degradado la solemnidad del Estado, lo hemos tenido en Ecuador, Haití, Uruguay, República Dominicana, otros países, y ahora los tenemos en Venezuela, Estados Unidos de Norteamérica y México.



Los presidentes atípicos o populistas, en principio logran capturar la simpatía de sus pueblos, pero una vez irradian con sus actuaciones insolentes al Estado, comienza un proceso de degradación en toda la sociedad, gobierno, instituciones, empresas y ciudadanos, donde todos terminan perjudicado, por la aplicación de un incorrecto direccionamiento desde la más alta función hasta el simple acto de gestión. Por esas razones se hace necesario fortalecer en la sociedad la cultura de Estado, a los fines que los ciudadanos velen porque quienes se propongan administrarlos, respeten reglas básicas de actuación que tiene mucho nombre y lo cual resumimos en la solemnidad del Estado.

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