La caida de los malos.

|





Para Maquiavelo, la condición animal del hombre se impone a su condición humana en la mayor parte del trayecto de vida, de ahí su quehacer violento y egoísta. Es una dualidad de conducta en la que se debate el hombre, al decidir sobre su comportamiento, durante todo el trayecto de vida.



En el aspecto histórico social, esta forma de ser, limita negativamente al hombre -según el pensador- porque el hombre carece de las virtudes que procuran y vuelven una necesidad inherente luchar por la libertad. Es decir, que Maquiavelo en su menosprecio por el hombre común, llega a la convicción, de que el mismo carece de dignidad.



Profundizando en otra arista de ese razonamiento, el hombre es poco previsor al obviar reflexionar, sobre asuntos que puedan construir una conciencia real sobre el bien y el mal. Y este al carecer de conciencia, cae en forma continua en la improvisación, haciendo un rito de su quehacer y por ende va repitiendo las mismas acciones y los mismos hechos y errores. Esta es la razón por lo que tanto el hombre como su acción a lo largo de los siglos, se constituye en la razón de ser y en el objeto fundamental de la ciencia política.



Esa uniformidad y repetitividad de comportamiento del hombre –según Maquiavelo- es consecuencia de los defectos que caracterizan su naturaleza, porque el hombre malvado y vil, egoísta y atento a su propio provecho, construye desde sus ideas un verdadero sentimiento de amargura, conformismo y pesimismo que marca y califica su quehacer.



De ninguna manera podemos coincidir con Maquiavelo en el asunto de que la naturaleza humana es en su fundamento un amasijo de egoísmo, inmoralidad, falsedad, comodidad y cinismo; aunque a simple vista lo parece. En donde si coincidimos, en que el hombre es un ser que sabe dónde se encuentran sus intereses, que sabe cómo lograr sus metas y en ese sentido -desde la condición de político profesional y hacedor de ciencia social- descubrió, que la naturaleza humana es un arma con la que debe contar para satisfacer sus necesidades.


Y es evidente, que dentro del cúmulo de necesidades del hombre -sin lugar a dudas para muchos- se encuentra la necesidad de poder y el anhelo de reconocimiento social y público.



Ésta de ninguna manera es una necesidad simple. Ella es en verdad, una necesidad muy compleja. Su complejidad radica en las consecuencias del uso cotidiano del poder y las repercusiones que tiene sobre los demás. El ejercicio político necesita de actores que comprendan que los “tus” son tan importantes como el “yo”, en toda la trayectoria de la construcción histórica del hombre. En ese mismo orden, si los “yo” necesitan ser reconocidos, también los “tus” habrán de merecerlo. Pero el egoísmo del individuo humano evita reconocer en los demás, lo que pide que le reconozcan a él.


Al llegar a este punto y en la recta final de estos párrafos, es bueno recordar las contradicciones entre Nicolás Maquiavelo y Francisco Guicciardini, contemporáneos e intelectuales que diferían en concepto fundamentales y en función a las reflexiones acerca de la nueva ciencia que aparecía en su tiempo, es decir, sobre la política.


Ambos pensadores buscan en sus reflexiones, cuyo referente principal era extraer consejos sobre cómo gobernar y qué cualidades debía poseer el hombre para aspirar a ser un buen gobernante. En ese contexto, Guicciardini no solo busca argumentos para defender la importancia de la libertad en la vida del hombre, sino también para descubrir y comprender las causas por la que el hombre pierde su libertad. Es un tema que apasionaba a Guicciardini como humanista de su tiempo, enfatizando su preocupación sobre la concepción de la idea del establecimiento de un sistema educativo, que no solo creara hombres sabios -sino también- ciudadanos útiles a la sociedad en que les toque vivir.



Hablar en esa época monárquica y altamente dogmática, de estos temas, era una verdadera valentía. Dedicarse a reflexionar sobre cómo la educación pudiese trabajar al hombre, para que pueda dar uso práctico a sus saberes democráticos, sociales y políticos en torno al bien del hombre en el ejercicio del poder y que desde el poder, las ejecutorias se colocasen al servicio de la ciudadanía, era una verdadera innovación.



Pero además, ese pensamiento por motus propio -nacido de un ente social de la época- demuestra que el individuo humano está lejos de ser el personaje siniestro que enuncia Nicolás Maquiavelo en su pensamiento.


Las contradicciones entre Maquiavelo y Guicciardini, señalan que estas divergencias, como expresión de un pensamiento que se debatía en la Italia monárquica de la primera mitad del Siglo XII -sobre la incógnita de su época- han sido continuadas por la ciencia política hasta nuestros días, siendo debatidas en foros y eventos internacionales. 


Pero donde se frecuentan las discusiones sobre el tema con mayor pasión, es en las aulas universitarias, así como en el fragor del quehacer diario de la práctica política desarrollada con criterios científicos y en la praxis partidaria, en donde se continúan desarrollando ambas ideas en el devenir de las acciones políticas.


Francisco Cruz Pascual.



Sin comentarios

Escribe tu comentario




No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes. Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.

Para recibir nuestras noticias o hacer denuncias, escribanos al correo diarioelmatero@gmail.com o al Whatsapp 829 232 5283