Apocalipsis digital: cómo evitar que el ser humano se extinga por culpa de internet

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El Matero,«El único sistema verdaderamente seguro es el que se apaga, se coloca en un bloque de hormigón y se sella en una habitación revestida de plomo con guardias armados. Aun así tengo mis dudas». Son palabras de Gene Spafford, experto en ciberseguridad. pronunciadas en 1989, cuando internet estaba en pañales.

Tenía razón.


La semana pasada las autoridades estadounidenses explicaron abochornadas cómo el sistema de comunicaciones más sensible del mundo había sido hackeadoLa NASA había tenido una brecha de seguridad por la que unos hackers habían accedido a las entrañas de varias misiones. Podrían haber tenido la capacidad de enviar mensajes erróneos o manipulados a naves tripuladas en el espacio.i la agencia espacial que hace 50 años mandó al hombre a la Luna es susceptible de ser pirateada, imaginen un ciudadano de a pie.


Estamos desnudos en la jungla digital. Asumámoslo.


-Se ha demostrado que hay empresas que, en convivencia con gobiernos, espían a los ciudadanos. ¿Es posible protegernos?

-Como individuos, es muy difícil. Pero como sociedad, sí.


Responde Bruce Schneier, neoyorquino de 56 años parco en palabras. Respetado por la comunidad hacker, está considerado como uno de los criptógrafos más importantes del mundo y bautizado por la revista The Economist como «el gurú de la seguridad digital». Gusta de llevar barba larga, gorra estilo vendedor de periódicos y camisas de flores que visten aquéllos que gozan de una autoestima notable. La llamada se interrumpe en un par de ocasiones.


Mientras políticos y medios hablan de la protección de datos y las cookies, a Schneier lo que le preocupa es una dimensión más inquietante del desafío tecnológico que viene. Para este experto, el debate público de 2019 sobrevalora los efectos a corto plazo de la revolución digital y los subestima a largo plazo. Lo que considera un error de percepción.


Schneier es un explorador de esa jungla digital en la que se esconden fieras que, a golpe de clic, pueden provocar un accidente bloqueando los frenos del coche, manipular un marcapasos, dejar sin electricidad a una ciudad y crear un virus con una impresora biológica y extender una pandemia mundial. Hoy los tres primeros ejemplos se han ejecutado y el tercero podría ser real a la vuelta de la esquina. Este virus asesino es el que justifica el hiperbólico título del último libro de Schneier: Haz clic aquí para matarlos a todos, editado en España por Temas de hoy.



Este experto estadounidense aboga por medir la magnitud y la autonomía de las acciones tecnológicas y su interacción con el mundo físico. Para ello es necesario que los ciudadanos cambien de mentalidad y los legisladores modifiquen los ritmos jurídicos. La jungla digital que brota en el siglo XXI no puede regirse por «una mentalidad del siglo XX y una legislación del siglo XIX».


Schneier no está solo en su denuncia. Eminencias de otros campos secundan la preocupación por esta falta de coordinación entre desarrollo científico y social. Antes de morir, el físico teórico y premio Nobel Stephen Hawking advirtió que «el desarrollo de una inteligencia artificial completa podría significar el fin de la raza humana», inquietud que comparte el para muchos empresario más visionario del siglo, Elon Musk, que aboga por una regulación que evite una dictadura de las máquinas.

Por otro lado, el astrofísico inglés Martin Rees augura que hay un 50% de posibilidades de que el ser humano se extinga. Entre las causas que esgrime está la autoinmolación de la raza humana mediante un hackeo apocalíptico. Con menor bagaje científico pero con una influencia divulgadora de primer orden gracias a sus bestsellers mundiales, Yuval Noah Harari considera que el salto tecnológico de este siglo hará que las élites no necesiten del factor humano. La mayor parte de la humanidad podría ser «prescin

Este pesimismo, como el de Schneier, no viene de tecnófobos o luditas new age. Al contrario. Nace de amantes de la tecnología que quieren advertir de los riesgos de su indigestión.



El escenario de sus miedos es el denominado internet de las cosas. Término, como mínimo, algo vaporoso. Se trata de un escenario no sólo global, sino total. Una jurisidicción nunca antes vista y que no va a retroceder. La consultora Gartner pronostica que en 2020 habrá más de 25.000 millones de dispositivos conectados a la Red. En la próxima década lo analógico será casi una pieza de museo.

El internet de las cosas no incluye sólo móviles, tabletas y ordenadores. En la actualidad ya se pueden comprar con conexión desde el collar de su perro, una muñeca Barbie o un juguete sexual. Las casas empiezan a llenarse de asistentes virtuales y termostatos inteligentes. Hay incluso una cama que registra patrones de descanso para diagnosticar trastornos de sueño.


Si no tiene ninguna de estas cosas, no crea que está al margen. Vaya a comprar un coche de primera mano sin ningún dispositivo con conexión. No encontrará ninguno.


La desaparición del coche analógico es un ejemplo de lo alejada que está la percepción general de la realidad tecnológica. La gente valora al coche, el lavavajillas y el frigorífico por sus funciones de transporte, limpieza y refrigeración. Error. Cada uno de estos objetos debe verse como un ordenador, especialmente en el ámbito de la seguridad.



Collage sobre el cuadro de Rubens dedicado a San SebastiánLUIS PAREJO


Incluso algo con apariencia tan poco tecnológica como la ropa que compramos en cualquier firma textil forma parte del internet de las cosas. No es ciencia-ficción, existen empresas de moda que diseñan sujetadores con sensores cardiacos, calcetines que te dicen la distancia que recorres en pasos y camisetas que monitorizan la cantidad necesaria de detergente necesaria para lavarlas. Semejante hiperconectividad puede parecer absurda, sobre todo para las generaciones que no somos nativas digitales. Sin embargo, hay una razón que justifica este ciclón: la economía de mercado.




Schneier explica que si el coste de los dispositivos disminuye, el beneficio marginal también lo hace, ya sea por la información del consumidor que se genera y que puede usarse para generar bases de datos útiles, por ejemplo, para campañas de marketing. «De esta manera, los chips se fabrican más baratos y de forma masiva». Y añade con contundencia: «Será más barato ensuciar la ciudad con sensores que limpiar la basura de las aceras».

Lo cierto es que las luchas que se producen en la jungla digital, protagonizadas por fieras que son desde cibercriminales hasta ejércitos de estados, apenas salen a la luz pública. Salvo que sean publicitadas, como cuando se produce una gran filtración de datos en una conocida red social o un ciberataque como el protagonizado hace tres días por Estados Unidos contra Irán.


Ante este panorama borroso del mundo digital, este criptógrafo, cuya newsletter Crypto Gram y blog Schneier on Securitytienen cientos de miles de lectores, pide la toma urgente de decisiones trascendentales sobre internet (no tomar ninguna es también una decisión trascendental aunque no se antoja muy positiva).

-¿A quien hay que exigir más responsabilidades para evitar este caos tecnológico: a los gobiernos o a los gigantes tecnológicos?



A todos. Lo que está claro es que ningún actor aunque quiera -gobiernos, empresas o ciudadanos- va a poder hacer frente en solitario a los retos que se avecinan.


-¿Qué opina de los augurios de quienes consideran que la tecnología si consigue cubrir las necesidades humanas hará irrelevante a la política?

-Me parecen ridículos. ¿Buscan las empresas respuestas a nuestras necesidades? Bah. Las grandes tecnológicas sólo quieren una cosa: ganar dinero.


Schneier, que aunque la haga dice no querer hacer política, ha denunciado en más de una ocasión la creciente beligerancia entre Silicon Valley y Washington. No le gusta la política del gobierno de Estados Unidos en materia de ciberseguridad y teme que poco a poco los estados renuncien a sus responsabilidades en esta materia. No puede seguir aumentando la brecha entre legisladores y tecnólogos. «Ambas partes tienen que aprender el idioma del otro, educarse mutuamente y trabajar juntos». Pero lo más importante es, en su opinión, que la ciudadanía no baje los brazos, anestesiada por las ventajas fastuosas que conlleva la Cuarta Revolución Industrial


El «tecnólogo» Schneier lo tiene claro: no hay soluciones mágicas, pero las hay. Sólo quiere una mesa de diálogo global y hacer causa común frente a los peligros en materia de seguridad informática que se ciernen sobre la humanidad. Es consciente de que, como apuntó Dan Geer -otro ciberexperto de prestigio-, la tecnología que puede darte todo lo que deseas es una tecnología que puede quitarte todo lo que tienes.










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