Jesse Owens, el espíritu olímpico por excelencia

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DIARIO EL MATERO, En los últimos años de su vida, Jesse Owens acabó creyéndose su propia leyenda, aceptando como suyos los que hasta entonces habían sido los recuerdos de otras personas.


Para ganarse la vida en un mundo hostil, el atleta se había convertido para entonces en un “buen ejemplo profesional”, una persona que vivía de dar discursos motivacionales, en los que daba al público lo que el público quería oír, como dijo el escritor W.O. Johnson. Lo que el público quería oír es cómo un negro ganó cuatro medallas de oro en Berlín en 1936, en los Juegos Olímpicos que Adolf Hitler había organizado para reclamar para su régimen nazi la legitimidad que emana de la Grecia clásica y para, a la vez, demostrar la superioridad de la raza aria. 


Y en esta historia el momento fuerte es un momento inventado: cómo a Hitler le había sentado tan mal la victoria de Owens en la final de los 100 metros que abandonó su palco en el estadio precipitadamente para no tener que darle la mano.


Así es el Estadio Olímpico de Berlín y esta es su historia

Jesse Owens corre de nuevo en Berlín para ganar el oro olímpico


La historia es apócrifa, pero tantas veces fue repetida que acabó por convertirse en verdadera, y Owens, cansado de desmentirla inútilmente acabó por incorporarla a sus discursos, y creyéndosela, apoderándose de ella.


Desde siempre, su fama y su carácter de héroe, de atleta que mejor ha encarnado todos los ideales olímpicos, deben más a ese falso momento, y a su amistad imposible con el saltador de longitud rubísimo Luz Long, quien le ayudó en su concurso de calificación para disgusto de los nazis, que a su excepcional excelencia atlética. Un año antes, el 25 de mayo de 1935, en Ann Arbor, Michigan, Owens había protagonizado la tarde más extraordinaria de la historia del atletismo, batiendo en un lapso de 45 minutos cinco récords mundiales: saltó 8,13 metros, un récord que duró 25 años; batió los de 220 yardas lisas y 220 yardas vallas (y, de paso, los de 200 metros en ambas carreras, una distancia más corta) e igualó el de 100 yardas. En Berlín ganó los 100 metros con 10,3s, los 200m con 20,7, la longitud con 8,06 metros y, con 39,8s, récord mundial, el relevo 4 x 100, en el que entró a última hora, cuando el entrenador decidió tachar de la lista a Marty Glickman y Sam Stoller, los dos únicos judíos del equipo de atletismo estadounidense.


El próximo viernes se estrena en España Race, que cada uno traducirá como quiera, Carrera o Raza y la distribuidora española ha bautizado El héroe de Berlín, la película que cuenta cómo surgiendo de la miseria de la Gran Depresión y de la discriminación racial en su propio país, Estados Unidos, Owens se convirtió en el mayor símbolo que los Juegos Olímpicos han podido crear.


La película, narrada como todas las películas de héroes deportivos y bélicos que saben que todas sus historias pertenecen al territorio de la infancia y a la memoria de la nostalgia, cuenta todo eso, y también el boicot fallido del deporte norteamericano a los Juegos, y lo refuerza groseramente para generar la indignación fácil contra los malos y la admiración por los buenos.

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