Los muros del Covid en la escuela especial: "La mascarilla me asfixia y no puedo acercarme a mis amigos"

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DIARIO EL MATERO, Los alumnos de Enseñanza Básica Obligatoria del colegio concertado A la Par de Madrid están construyendo un castillo de cartón. Van a llenar toda la pared con almenas, torres y puentes levadizos para que el Covid-19 no entre en el aula. El grupo, formado por ocho críos de entre 13 y 16 años con discapacidad intelectual, se autodenomina Los Guardianes y le ha declarado la guerra a la pandemia. El hermano de Bruno está confinado y la abuela de Noelia ha dado positivo, pero ellos pelean para que el coronavirus no les alcance. 


Para ello tienen que prescindir de buena parte de sus hábitos. «Estamos siempre en el mismo grupo y no podemos acercarnos a los amigos», describe Adrián. «Yo me asfixio cuando corro con la mascarilla», se queja Michelle. No se pueden tocar ni abrazar. Permanecen todo el tiempo en el aula y hasta almuerzan en ella. Ya no comparten. «Una parte muy importante de la educación especial es el trabajo en la autonomía personal, en las habilidades sociales y en la relación con el entorno, que es justo lo que menos se puede hacer ahora», explica la directora, Cristina Sota. 


El jefe de estudios, Antonio Cavadas, añade que el método es práctico y vinculado a la vida cotidiana. «Antes de la pandemia, dábamos la clase en el Metro para que aprendieran a hacer transbordos solos, e íbamos al supermercado, para saber cómo hacer la compra. Ahora todo eso se ha perdido». En la era preCovid, los críos se iban a Escocia de intercambio. La relación entre ellos iba más allá de lo académico: se veían los fines de semana y lo celebraban todo juntos. Hoy Bruno cumple años y han llevado patatas fritas y batidos de chocolate.


La profesora Concepción Verdugo recuerda que solían festejar estas cosas con una gran fiesta en clase. Ahora tendrán que conformarse con merendar cada uno en su pupitre. «Dicen que se sienten raros y que no les gusta», afirma Cavadas. La educación especial, donde estudian 35.000 alumnos (el 17% del total), es una de las más afectadas por el coronavirus. La parte del protocolo de los ministerios de Sanidad y Educación para este tipo de enseñanzas es más detallado que los demás. Los críos tienen más limitados sus contactos y desplazamientos y las normas de limpieza son más exigentes.


En el colegio A la Par, los alumnos se lavan las manos al menos cinco veces al día, se toman la temperatura a diario, están siempre con la ventana abierta y van de uno en uno al baño, que se desinfecta cada hora. Tanto celo explica que sólo siete niños hayan estado en cuarentena desde que, hace un mes, comenzaron las clases.¿Cómo afectará todo eso al desarrollo de los niños? «Está claro que supone un sobresfuerzo y un estrés.


Hay una parte de desarrollo emocional que ha retrocedido durante el confinamiento. Hemos notado mucho la falta de contacto con otros niños y la socialización ha ido para atrás. Ahora no existe y la tenemos que reforzar fuera del entorno escolar, pero es difícil, porque tampoco pueden estar con sus abuelos o con sus primos», responde Luis Rojo, padre de una niña con discapacidad intelectual.


El balance, pese a todo, es «positivo», porque «los alumnos están respondiendo muy bien a las nuevas rutinas», dice Cavadas. Algo tiene que ver el hecho de que la educación especial, que la ley Celaá cuestiona, imparta una formación personalizada.


La clase de Concepción Verdugo se organiza en un grupo burbuja de ocho alumnos, la misma ratio que existía antes del Covid y muy difícil de conseguir en un colegio ordinario. La mayoría de los alumnos de A la Par procede de la escuela pública ordinaria. «Muchos llegan a 1º de la ESO y no pueden seguir el ritmo, eso les crea mucha frustración. 


Además, en la adolescencia, que es una etapa muy cruel, los compañeros les dejan de lado. Vienen chicos que ha sufrido acoso. Aquí apoyamos mucho lo funcional, todo es individualizado y adaptado», detalla la profesora. La atención que han recibido durante el confinamiento también ha ayudado. Han estado conectados por Zoom cada día entre las 11.00 y las 14.00 horas. A diferencia de lo que ocurrió en la mayoría de escuelas públicas ordinarias, los profesores siguieron yendo al colegio para formarse en nuevas tecnologías y enviaban las tareas cada día. 


También hicieron videoterapias con los padres. El absentismo no superó el 5%. Las clases han comenzado con un programa de recuperación del curso pasado que pone el énfasis en la autonomía y en las habilidades sociales. Los alumnos, mientras tanto, se han resignado a no juntarse en el recreo y a no bailar agarrados en clase de Música. Y le van añadiendo más muros a su castillo contra el Covid. Porque han decidido que no quieren pasar ni un solo día sin ir al colegio.

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