Por: Manuel Emilio Duvalls Ledesma.
En la madrugada del día treinta de agosto de dos mil veintiuno, despego el ultimo avión estadounidense, un día antes de la fecha prevista, terminando así una guerra de veinte largos años. Mientras los talibanes y sus seguidores celebran la victoria, la mayoría de los ciudadanos lloran su futuro más incierto de sus vidas. Lejos han quedado aquellas imágenes de las mujeres caminando por sus calles con el rostro descubierto, porque desde hoy, vuelven a ocultar su rostro por completo. Ya no se volverán a ver sus rostros en la televisión trabajando como periodista leyendo la noticia, tampoco las podemos ver en las aulas impartiendo clase en escuelas y universidades.
La mujer afgana vuelve al anonimato, vuelve a la esclavitud y a la sumisión del hombre, no podrá salir a las calles si no van acompañadas de un hombre de la familia, que lastima que Occidente no haya sido capaz de implantar una democracia sobre todo para que la mujer deje de ser un mero objeto del hombre. En este momento me acabo de convencer de que Estados Unidos, Naciones Unidas, y la Otan, no han sido capaces de acabar con una Banda de Terroristas.
Con esta victoria, los talibanes han demostrado su invencibilidad, no hay duda de que son invencibles. Los talibanes ha ganado dos macro-guerras contra dos súper potencias, la primera contra la antigua unión Soviética, que duro catorce años, desde mil novecientos setenta y ocho hasta mil novecientos noventa y dos, esta guerra fue catalogada como el Vietnam soviético, haciendo alusión a la guerra entre Estados Unidos y Vietnam, donde salieron triunfadores los vietnamitas; y la segunda, la más reciente contra el todo poderoso imperio americano. Con estas dos grandes victorias, los talibanes pueden sacar pecho de haber vencido en su propia casa, a dos invasores, y no dos invasores cualesquiera, han vencido a los dos imperios más poderosos de la tierra, Estados Unidos y la Unión Soviética.
Aunque la guerra con Estados Unidos haya terminado, los afganos no se han librado del terror de la guerra y la imposición de los terroristas, porque ahora tendrán que enfrentarse sus enemigos, el ala radical del Daeth, si quieren preservar el poder de Afganistán. Cuando Estados Unidos invadió Afganistán, el mundo Occidental pensó que con la invasión por fin el pueblo afgano tendrá libertad y democracia para siempre, pero tantos muertos y tantos millones invertidos en esa guerra, ha resultado todo en vano.
Recordemos el solemne discurso del presidente Bush, cuando dio, Estados unidos ha sido atacado por terroristas en nuestro propio territorio, vamos ir contra el terrorismo y vamos a implantar la paz en el mundo. Esta es una guerra contra el terrorismo o guerra contra el terror, esa fue la campaña de Estados Unidos, apoyada por varios países de la Otan y otros aliados, con el fin declarado de acabar con el terrorismo internacional, eliminando sistemáticamente a los denominados grupos terroristas, considerados así por la Organización de las Naciones Unidas, ya que todos aquellos sospechosos de pertenecer a estos grupos y poniéndole fin al supuesto patrocinio del terrorismo por parte de Estados. La ofensiva fue lanzada tras los ataques terroristas del once de septiembre de dos mil dos mil uno en New York y Washington D.C, realizada por Al Qaeda, convirtiéndose en parte central de la política exterior e interna de esa administración en torno a los países integrados en el llamado eje del mal.
Afganistán ha perdido lo que nunca ha tenido, la paz. Veinte años de lucha, veinte años de miseria, veinte años de esperanza y al final ha acabado en nada, porque cuando creían haber logrado lo que siempre habían ansiado, llego un viento maldito y aquel castillo de arena se esfumo en la nada. Que Dios ponga sus ojos en los más desposeídos de este pueblo castigado sin saber cuál ha sido el pecado, porque no creo que Estados Unidos, vaya a amparar a los más necesitados después de haberles dado la espalda. ¡Dios, tiende tu mano a los afganos!
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