​Entre fideicomiso y otros asuntos estatales.

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Si bien es cierto que el término fideicomiso público, no implica una enajenación de los bienes del Estado, deja mucho que decir su intento de aplicación sobre Punta Catalina, puntal eléctrico del país, hecho sobre la base de descomunales recursos salidos del erario.


Más bien, ampliando su peso, podría resultar extremadamente costoso, lo que se sumaria a los recursos invertidos en una planta, que a juzgar de muchos no fue la mejor elección, pero que luego de ser montada, no había otro camino que protegerla y tratar de aprocharla lo mejor posible.


Está meridianamente demostrado, aquello de los malos negocios que hemos hecho en términos estatales, no apuntando desde luego, a que haya malas intenciones en muchos de ellos, sino a las debilidades institucionales, mismas que terminan en la forma práctica, desdeñando normas jurídicas y hasta las más elementales formalidades en los asuntos administrativos.


Desde que se escuchó la palabra fideicomiso, mucha gente, entre ellos expertos y los que carecen de tal condición, se han expresado, no fundamentados en esto de por sí, más bien pensando en los antecedentes del negocio eléctrico, mismo que ha sido un verdadero desastre en el pasado, abarcando contratos onerosos para el país, los que aun pagamos sin que esto signifique una una gran cosa en el campo de las hidro, termo y demás complejidades eléctricas.


El tema eléctrico, desde que este territorio dejó de alumbrarde con cuaba, velas, y otros artefactos artesanales, ha sido un verdadero dolor de cabeza, dado el enorme presupuesto que se ha destinado y destina al sector, sin que se note un equilibrio en la parte de beneficio. Dicen por ahí, que hasta plantas apagadas recibían o reciben pagos, lo que indica pésimos contratos de parte de quienes lo idearon y ejecutaron.


Volviendo al tema en cuestión, la prudencia manda a ser mas cauto en los asuntos de esta naturaleza, vista la poca experiencia en el tema de los fideicomiso, pero más que eso en buscar comprometer un bien público por un período de 30 años, cuando lo que debía, de mantenerse la idea, es un corto ensayo que no se extienda a más de un período gubernamental, lo que daría lugar a revisión si no funcionara y otros plazos más largos, si fuera lo contrario.


Hay un gran temor, se puede percibir tras el debate que ha generado la actual propuesta o decisión si se quiere, de pasar la mencionada super planta, Punta Catalina, a la formalidad del fideicomiso. Se dice que, y es lo que se entiende, que será manejado todo esto por un equipo técnico, el cual se encargará, como es natural, de dar o hacer las recomendaciones de lugar en el transcurso de las tres décadas mencionadas.


Existe un fideicomitente y una fiduciaria, aspectos claros desde el puntos de vista de las figuras que deberán formalizar el tipo de contrato a largo plazo que se pretende, sin embargo, en medio de esto, estarán los técnicos, los verdaderos protagonistas en el manejo del negocio, de lo que solo nos han llegado rumores de que serán aportados por el sector privado y, en algunos casos, ciudadanos que han tenido o pudieran tener intereses en el tema eléctrico.


Ojalá se dé más tiempo a este tema, dando lugar a análisis y debates más profundos. Sigo pensando, como ciudadano común y con un mínimo de entendimiento, que no hay una práctica socorrida del fideicomiso en el país, por lo que de hacerlo, no debe faltar la prudencia, misma que manda a tener sumo cuidado en las llamadas letras pequeñas o cláusulas, las que con frecuencia se convierten en peligrosas trampas, lesivas para el Estado.

¡Dios nos ampare!

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