El homicida, breve viaje a su inframundo

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EL MATERO.-Los tormentos existenciales le barrenan la sique. Los fantasmas lo persiguen. La agonía es incesante. La intranquilidad es latente en los días y en las noches. No tiene paz. No hay remanso. Los pensamientos lo martillan una y otra vez. Se extinguen las sonrisas y solo el tormento domina el pensamiento.


No sienten tener gratificación ni autocomplacencia. Se reducen a maquinas que solo reciben hostigamiento de seres de su entorno que él entiende deberían amarlo, pero hacen lo contrario, lo flagelan.


No lo complacen, no lo miman, lo contradicen y solo contravienen su proyecto de vida. Su única salida es matar.


No tolera que la mujer lo abandone. Asume que su pareja es “una cosa” de su propiedad. Si no es suya no puede ser de otro. Imposible que “lo bote”. El macho es quién vota. Los mecanismos de socialización de la cultura: la familia, los medios de comunicación y la escuela fomentan ese machismo.


El homicida-suicida ve cerrar todas las puertas y los resquicios para su salida existencial y para facilitar la solución satisfactoria de sus miserias y conflictos familiares. Solo ve bruma, tedio, oscuridad, concluyendo que lo recomendable es matarse o matar. De esta forma prepara alevosamente un plan y lleno de tranquilidad toma el cuchillo, el machete o el revólver y ejecuta su plan macabro.


La actual epidemia de violencia que vive la República Dominicana es la danza de la muerte que recuerda la condición animal del ser humano. Nos quedan dos armas para combatir la violencia: la educación y endurecer las penas.




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