Arquitecto de Sueños

El arquitecto de sueños tenía en frente un montón de barrotes, una bolsa llena con distintos materiales, una pequeña caja de herramientas y un manual de instrucciones en un lenguaje muy difícil de interpretar.

Comenzó a hacer un modelo de algún prototipo que había pensado que funcionaría pero nunca imaginó de lo que sería capaz.

Organizó los barrotes clasificándolos por tamaño, forma, color y material quedando sorprendido con las diferencias encontradas al momento de la clasificación.

Sabía que aunque todos eran barrotes, sus características eran distintas y su uso sería particular en cada uno de los casos.

Revisó las instrucciones en aquél manual, en su contenido sólo indicaba que se debían usar las herramientas de manera oportuna y acertada, seleccionando las técnicas apropiadas para cada procedimiento.

Colocó cada pieza de forma estratégica uniéndolas poco a poco con el adherente idóneo y fijó los materiales en los lugares de mayor efectividad utilizando una extraña metodología que parecía fusionar la realidad con la ficción y surtiendo un efecto inesperado parecido a la magia.

El arquitecto no podía creer lo que acontecía frente a sus ojos… Un gran destello cambiaba rápidamente de color sobre el artefacto, irradiaba una luz tan intensa que podía iluminar los lugares más oscuros de la mente del profesional.

Al cabo de unos segundos los barrotes parecían cobrar vida, separándose por si solos de los demás y actuando con autonomía intercambiaron los materiales, reutilizaron los adherentes, se colocaron de formas distintas creando el prototipo que el arquitecto nunca soñó.

Era una máquina capaz de convertir la oscuridad en luz, la tristeza en alegría, el egoísmo en altruismo, el odio en amor, el rencor en perdón, la ignorancia en conocimiento, la arrogancia en humildad y la incertidumbre en esperanza.

El arquetipo de una manera holográfica tomó el aspecto de una persona, mostrándole a su creador que sólo un ser humano es capaz de cambiar el tiempo… La única máquina capaz de cambiar el mundo.

Ruddy Aquino.