¿Por qué algunos gerentes hablan en tercera persona? El lenguaje como espejo del liderazgo

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En el mundo corporativo, cada palabra es más que un medio de comunicación: es un reflejo del estilo de liderazgo. No se trata solo de lo que se dice, sino de cómo se dice. A lo largo de mi experiencia profesional, he observado un fenómeno curioso y llamativo: algunos gerentes se refieren a sí mismos en tercera persona, utilizando expresiones como “El problema es fulano” —dicho por el propio gerente— o frases como “El gerente de la oficina está abierto para que lo inviten a…”. Más allá de ser un simple hábito de lenguaje, esta práctica revela aspectos importantes de cómo un líder se percibe a sí mismo, cómo ejerce la autoridad y cuál es el impacto de esa comunicación en el clima laboral.


Hablar en tercera persona puede ser, en algunos casos, un recurso consciente. Cuando un líder dice “El gerente considera…”, está separando la persona del cargo. Con este recurso, busca transmitir que las decisiones no provienen de un individuo con intereses personales, sino de la institución que representa. Este estilo puede reforzar la imparcialidad, la formalidad y el respeto por las reglas, sobre todo en organizaciones donde se valora la jerarquía y el apego estricto a normas y políticas.


Sin embargo, también existe otra lectura: el uso de la tercera persona puede funcionar como un escudo. Expresiones como “La gerencia ha decidido…” desplazan la responsabilidad de decisiones difíciles hacia el cargo y no hacia la persona. Con ello, el líder se protege emocionalmente frente a la presión o el descontento de su equipo. Si bien este recurso ayuda a manejar situaciones de tensión, también puede proyectar evasión de responsabilidad personal y generar la sensación de que el gerente se esconde detrás de su función para evitar dar la cara.


En mi experiencia directa, he notado que este estilo aparece con frecuencia en gerentes. Lo más llamativo es que, justamente en esos entornos, suelen presentarse mayores problemas con el clima organizacional: colaboradores que perciben a su líder como distante, menor compromiso con los objetivos del área e incluso tensiones en la comunicación interna. Es como si la distancia en el lenguaje se tradujera también en distancia en las relaciones laborales. Esto confirma que la forma de expresarse no es un detalle menor, sino un factor que influye directamente en la cultura y el ambiente de trabajo.


Por supuesto, hablar en tercera persona no es un error en sí mismo, siempre que se use con intención y equilibrio. El verdadero reto es alternar las formas: utilizar el “yo” para reconocer y mostrar cercanía (“Yo valoro su esfuerzo”), usar el “nosotros” para inspirar trabajo en equipo (“Como equipo hemos alcanzado este logro”) y reservar la tercera persona únicamente para contextos de formalidad o institucionalidad (“La gerencia ha decidido implementar este cambio”).


El lenguaje construye liderazgo. Hablar en tercera persona puede reforzar el rol institucional, pero si se convierte en hábito, crea muros de frialdad entre el gerente y su equipo. Mis observaciones en entornos de servicio muestran con claridad que esta forma de expresarse no solo afecta cómo se percibe la autoridad, sino que también incide en el clima organizacional. Un líder que se esconde detrás de la tercera persona corre el riesgo de ser visto como distante, mientras que aquel que combina el “yo”, el “nosotros” y, en menor medida, la referencia institucional, logra inspirar, conectar y guiar con autenticidad.


La gran pregunta que todo líder debería hacerse es: ¿quiero ser recordado como un cargo que hablaba como “el gerente”, o como una persona que supo liderar con empatía, cercanía y responsabilidad?

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