En los últimos años, el Gobierno dominicano ha promovido el proyecto Supérate, junto a un sinfín de programas complementarios como el bono gas, bono luz, bono escolar, bono Quédate en Casa, entre otros. La idea central parece loable: asistir a las familias más vulnerables para que tengan acceso a recursos básicos. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿Quién se supera realmente cuando la ayuda se convierte en dependencia?
Un proyecto que lleva el nombre Supérate debería impulsar a las personas a crecer, a crear oportunidades, a fortalecer sus capacidades productivas. No obstante, en la práctica, lo que se observa es un patrón de acomodo social. Los bonos, aunque alivian necesidades inmediatas, terminan reforzando la idea de que es el Estado quien debe resolver cada dificultad.
El resultado: muchas familias se quedan esperando la ayuda oficial en lugar de buscar alternativas sostenibles para mejorar sus condiciones de vida. La pregunta es inevitable: ¿Cómo se puede superar alguien a quien nunca se le exige esfuerzo ni corresponsabilidad?
Los subsidios constantes corren el riesgo de convertirse en un anestésico social. En vez de motivar al emprendimiento, al estudio, a la capacitación laboral o a la productividad, terminan perpetuando una cultura del “esperar a que el gobierno resuelva”. Y esa mentalidad, lejos de superar la pobreza, la prolonga.
Superarse implica sacrificio, disciplina, educación y desarrollo de habilidades. Un bono puede ser un empujón momentáneo, pero no sustituye el trabajo duro, la inversión en capital humano ni la construcción de proyectos de vida sólidos.
No se trata de eliminar la asistencia social, porque hay realidades donde es indispensable —viudas, personas con discapacidad, madres solteras sin ingresos estables, adultos mayores abandonados—. Pero, en paralelo, deberían existir proyectos de formación técnica, microcréditos accesibles, capacitación digital, apoyo al emprendimiento comunitario y políticas claras de inserción laboral.
El verdadero “Supérate” no debería estar en recibir, sino en aprender a producir, generar y sostener ingresos dignos. Solo así la ayuda del Estado se convierte en una palanca de movilidad social y no en una cadena invisible de dependencia política.
El nombre Supérate lleva implícito un reto personal y colectivo. Sin embargo, mientras la lógica siga centrada en regalar sin exigir esfuerzo, la superación será una meta lejana. Porque la verdadera superación no se alcanza con un bono que llega a fin de mes, sino con las herramientas que permiten a cada ciudadano caminar con independencia y dignidad.
En conclusión, se supera quien trabaja, quien estudia, quien emprende, quien se levanta cada día con la decisión de no conformarse. El gobierno puede y debe apoyar, pero nunca sustituir la voluntad y el esfuerzo de la gente.
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