​El tiempo de las máquinas

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ONOFRE RE


Por Onofre Salvador


Es probable que algunos crean que exageramos por decir que estamos mostrando actitudes similares a máquinas. En este tramo, sin embargo, el género humano ha dejado atrás, con honrosas excepciones, comportamientos característicos de la aguda sensibilidad.


Todo indica que nos estamos alejando a grandes pasos del amor, la sana amistad, en fin de aquellos atributos que hacían o hacen de la persona algo bonito sobre la tierra que pisan. .


Es difícil negar que hay una degradación moral y ética prácticamente en todas las actividades humanas. El deseo inducido o natural de hacer daño a nuestros semejantes, raya en lo anormal, al punto de expresarse de manera abierta, sin importar lo que diga quien lo recibe y aquellos que lo ven.


Existe una suerte de hacer lo que sea para alcanzar un fin, a sabiendas de que no se observan las elementales reglas de respeto hacia los demás. En ese orden, sale sobrando la capacidad y calidad del individuo, sobrepasandole por encima el factor dinero e influencia a velocidades vertiginosas. El factor no tener escrúpulos, está ocupando planos alarmantes.

¿Hacia dónde nos dirigen estos caminos escabrosos?


La respuesta a la cuestionante ya está entre nosotros, con el marcado conocimiento de que las fuentes que impulsan la multiplicidad de maldades, se reconocen como inducidas. Todo se produce rápido, máxime cuando su principal motivación viene desde los centros de poder que controlan nuestro mundo material.


Apenas somos un revestimiento de carne y hueso, porque al parecer nos han arrebatado la parte buena que no se ve, y han colocado en su lugar un arsenal de malicia que lo permea todo sin piedad. Solo hay que ver como están buena parte de las familias, fiel reflejo de las sociedades diezmadas en el más amplio sentido de la palabra.


Daba gusto hace unos años, la organización y valores familiares; también hay que decir de lo funcional, de lo correcto que resultaba participar en las agrupaciones sociales, sindicales, culturales, económicas, deportivas y hasta políticas. Hoy, con una expresión inocultable, se participa con miedo, conociendo en gran manera los intereses particulares como manifestación primaria sobre los generales.


Señores, lo que asevero, aunque tenga la semejanza del pesimismo, nos es otra cosa que la realidad expresada en los actos cotidianos. Es como si no importara lo que le pase al prójimo, actuación que nos distancia de manera constante en las relaciones humanas.


El vicio y todo lo aberrante campea por doquier; los abusos de cualquier naturaleza no se detienen, bajo el amparo de los llamados controles judiciales inoperantes y hasta de expresión elitista. Su mensaje es confuso, disociador; productor con frecuencia de hacer más daño que bien en la conducta de los individuos.


El término involución, pienso que ya no es aceptable en este momento para muchas actividades, más bien estamos evolucionando hacia niveles que nos quitan lo humano y van convirtiendo en máquinas carentes de los sentimientos que nos permitían convivir en paz.

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