​Las malquerencias humanas

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Por Onofre Salvador


El ser humano es una especie de recipiente, componente físico, psíquico y de otras naturalezas apenas imperctibles, con la capacidad de almacenar aquello que denominamos sentimientos, emociones, entre otros detalles, con los que convive mientras respira y anda sobre esta tierra. Se desenvuelve poniendo en práctica lo que sale de su propia esencia y formación primaria; es una categoría de máquina plagada de perfecciones e imperfecciones.


Partiendo de esas premisas, hemos de saber que su existir estará asediado, sin remedio, por los conflictos. Sus pies pisarán caminos cómodos y escabrosos, de los que surgirán cuestionamientos positivos y negativos.


En este escrito, sin embargo, pretendo enfocarme en la falta de amor, humildad y solidaridad, presente en muchos especímenes llamados personas, que trastocan en su parte más activa, las directrices dejadas por el creador, para que podamos convivir henchidos de paz y bienestar.


Los bienes materiales, serán siempre la aparente lucha que ha de mantener a los seres humanos distanciados, diferenciados; mostrándonos cómo si fuésemos distintos, elaborados por sustancias particulares, mismas que no guardan ningún tipo de relación como raza humana.


Reza un sarandeado dicho, que cada cabeza es un mundo, es esto una realidad de a puño, sin negar que por encima del mundo que deambula en nuestras cabezas, existe uno que lo resume todo, mismo que tiene normas muy claras, que deben ser pautas en la personalidad.


Lamentablemente, a pesar de lo que conocemos como teología, donde se explica que estamos hecho a imagen y semejanza del creador, parte que ha sido y es defraudada permanentemente por los patrones de conductas enfermizas, mismas que irradian maldad en buena parte de lo que hacen.


Vanidades, arrogancia, petulancia, rencores, avaricia, entre otras cargas negativas, son lanzadas cada día, con el único objetivo de complacer las inoportunas emociones que ocultan, opacan y hasta aniquilan, lo bueno que podemos dar.


Desde tiempos antiguos, mentes lúcidas, incluido el amplio plano filosófico, han expresado teorías concernientes a un hombre superior, cosa irreal, para este servidor, cuando se enfoca en los aspectos físicos y de conocimiento, más sin embargo, cierta en en los sentimientos que subyacen en los seres humanos, cuando están libres de los aspectos nocivos, esos que dañan sin piedad. 


Una persona es superior o inferior, fundamentada en la clase de sentimiento que alberga.

Sin pretender particularizar, no es el objetivo, pero resulta decepcionante, ver seres humanos que fueron parte de tu niñez, adolescencia, estudios, deportes, diversión, distanciarse cuál desconocidos.


Parecen individuos que vienen de otros mundos, incapaces de reconocer que eres una persona que se te debe tratar con una pócima de lo que llaman decencia. Esos comportamientos, se inscriben en lo que señalamos como emociones negativas, enfermizas, de seres que nunca dejarán el plano de la inferioridad aunque rebocen en bonanzas materiales.


La política, no precisamente en sus parámetros de ciencia bonita y noble, diría en su praxis, es la excusa perfecta para alimentar divisiones, rencores infundados, incluso entre la propia familia. 


Esto viene desde la formulación permanente de los postulados y fundamentos de carácter ideológicos, en los que, uno tras otros, se apoyan los diversos jefes y líderes mundiales, regionales y locales, para acceder a la supremacía y desde ahí aplicar sus agendas ocultas, las que quedan delatadas en su puesta en práctica.


Cuántas maldiciones entre hermanos, cuanto daño injustificado, por el supuesto que se pertenece a organizaciones distintas. En ese círculo maldito, se ha manejado la humanidad, situación que impide la indispensable unidad entre el género humano, a fin de construir o reconstruir un mundo más sano y amigable, libre de esas cosas negativas, que nos llevan sin remedio hacia el insondable abismo de la desgracia.


Somos hermanos, no permitamos que las ambiciones y toda clase de emociones malignas, nos continúen arrancando aquello

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