Por Onofre Salvador
Se ve mucho en estos días y será algo que no pare hasta la celebración de las elecciones del año 2024, la exhibición de algunos supuestos trofeos políticos, obtenidos gracias las ventajas que ofrece el poder. Es hábito, nada de sorpresa para los que vivimos en este territorio, de nombre República Dominicana.
El Alcalde tal, el diputado, o cualquier otro funcionario electivo, del lado opositor, más dirigentes de cualquier categoría, son buscados con ansias desde el poder, para con su adquisición, intentar dar golpes de efecto que afecten a sus contrarios.
Esto no es nada nuevo, tampoco son los resultados alcanzados por estas acciones, muy poco santas en su mayoría. Generalmente, algunos dejan sus partidos, pero olvidan que la decisión de votar no es obligatoria para gente que no siente el deseo de seguirle en sus inestables y oportunistas aventuras.
Irse de un proyecto político por ciertas ayudas o promesas jugosas, es un asunto muy común en este país y probablemente en otros donde se está lejos del desarrollo. No es que se cuestione el derecho que tiene cada individuo de permanecer o irse a otra parcela política, aquí lo que se ve feo es el momento en que se hace, y lo que subyase en el fondo de esos actos evidentemente desleales.
En lo que sí estamos claro, es que lo hacen casi siempre, individuos que tienen en su accionar político este tipo de comportamiento, por lo que no le sirve de mucho a los que lo reciben, por ser efímera su permanencia. Van por intereses marcados, y una vez logrado su propósito, se marchan hacia donde ven destilar un poco más de miel; son sencillamente insaciables, groseros violadores de todo lo que se llama principios y decencia política.
Hay que decir, que no existe una organización política que se encuentre exenta de estos personajes saltarines, expertos en el mimetismo. Sin embargo, siempre se nota más por la forma que se comporta el poder al atraerlos a su redil, generalmente usando algún tipo de atractivo material, parte sumamente fácil para los que dirigen el Estado.
Visto así, se conoce al dedillo que se debe perseguir o engrosar las filas partidarias con la población llana, si no se cuenta con su favor en términos mayoritarios, vale mucho menos aun, estar intentando hacer ruido con uno u otro personaje, con la creencia que son la gran cosa en términos de impacto político.
En esta tierra de Sánchez, cuando la población, esa misma que establece la diferencia de quien gana o pierde en los procesos electorales, decide irse por un lado, de nada valen las conquistas de individuos sin mucha moral política, precisamente por las características antes señaladas.
Hay momentos que vale más la sal que el chivo, tal cono reza el refrán popular.
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