Por Onofre Salvador
Es probable que el continuo uso del término Jarto con J, haya sido válidamente aceptado por la Real Academia de la Lengua. Harto es la forma correcta, sin embargo, la primera, segun la sabiduría popular del pueblo dominicano es la que tiene peso e indica cuando se está cansado de algo. Otros también dicen hasta la coronilla, o hasta el cuello.
¿Quién o quiénes provocan el referido malestar?
Aquí no es necesario darle mucha vuelta, entendiéndose que le cae como anillo al dedo a aquellos individuos necios en el amplio sentido de la palabra. Si lo extrapolamos a la parte política, adquiere connotado sentido a partir de las prácticas inadecuadas dentro y fuera del poder.
El tú me tienes jarto o jarta, está presente en la cotidianidad de la gente, con mucho más presencia en la llana. Con razón o sin ella es un decir que manifiesta un alto grado de pique o notoria incomodidad, mismo que al salir rompe con principios elementales de educación y decencia.
Evidentemente que en el plano político, se puede llegar a sentir animadversión por alguien a partir de manejos impropios en los asuntos de Estado. Eso se manifiesta en el ejercicio incorrecto de gobernar, muy común por cierto en los pésimos estadistas, tal y como hemos tenido algunas muestras por aquí.
Colocando el mencionado término en su contexto, nos lleva a comprender que hay ofensas que parecen devolverse en el acto a sus legítimos dueños, si es que resulta apropiado decirlo así, precisamente por ser quienes con sus expresiones descompuestas, tomándole la palabra, hartan o jartan a los ciudadanos.
No hay que abrir las abultadas páginas estadísticas para saber cuáles de nuestros políticos merecen tan indignante calificativo. Por tanto, esa gente sencilla, de a pié, considerada mayoría, tiene muy claro a quien le cae tan fea expresión.
Se ve y se entiende como algo normal que cosas como la referida salgan del ciudadano común, sin embargo adquiere otro matiz cuando se hace hábito en individuos que han alcanzado posiciones muy elevadas, reservadas solo a aquellos con cierto grado de ilustración, en los que suena horrible desde cualquier ángulo, su descompuesto e irritante manejo verbal.
En definitiva, la política debe ser un ejercicio cubierto de decencia, empezando por lo que se dice en público, y por lo que se hace en el sagrado juramento ante aquellos que dan mandatos para que se maneje la famosa cosa pública.
Creo que no existe una persona que no haya sentido o sienta el malestar aludido; las características humanas nos vuelcan hacia ahí, y mucho más, pero es muy posible que algo nos moleste por la causa que sea, sin que eso sea problema alguno para la colectividad.
Si tomamos en serio lo que se quiere transmitir con aquello de hartar o jartar, palabras que denotan ira hacia algo considerado molestoso, recomendaríamos como humilde opinión, que no se manejen los términos y, si resulta inevitable, que se dirija al que lo merece, jamás a los que deben ser tratados con respeto por hacer de la política una práctica respetable.
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