EL MATERO, LAS MATAS DE FARFAN.-En nuestra relación con Dios, si no tenemos mucho cuidado pueden entrar dinamismo a que niegan la gratuidad, elemento esencial de esa relación. Cuando hacemos algo en favor del Reino de Dios, esperamos -aunque no lo digamos expresamente- algún tipo de reconocimiento o quizás recompensa. Después de todo, pensamos, Jesús dijo que: "Digno es el obrero de su salario".
La invitación de este evangelio de hoy es a entrar en una dinámica radicalmente diferente. No se trata de quitarle importancia a nuestra respuesta y nuestros aportes. Se trata de situarlos en su justa perspectiva. Se nos pide asemejarnos a Jesús, el gran servidor.
Jesus se vio así mismo como el que viene a servir y no a ser servido. La palabra "sirviente" o "siervo" tiene connotaciones que chocan con nuestros sueños de grandeza. A lo mejor no aspiramos a ser amos o "grandes señores" pero ciertamente no queremos identificarnos con la clase su proletaria de los sirvientes o criados.
La gran pasión de Jesus fue la de ser servido de del reino de Dios. Si alimento era hace ella voluntad del Padre. El profeta Isaías anticipó la votación de Jesus en sus cantos sobre el siervo de Yavé. Al sentirse siervo o servidor Jesus hizo lo mismo que quiere que hagamos sus seguidores.
Cuando hacemos lo que nos exige el seguimiento de Jesus. SOLAMENTE HICIMOS LOMQUE TENÍAMOS QUE HACER. No somos más que nuestro maestro y Señor. NO ESPERAMOS CERTIFICADO DE RECONOCIMIENTO.
En la dinámica del Reino de Dios, el criterio de grandeza y de importancia no corresponde para nada con la valoración es de la sociedad dominante. La persona que aspira a ocupar los primeros lugares debe convertirse en servidor de todos. Para que esa actitud sea sana y no un simulacro de humildad, hace falta identificación del corazón propio, con el corazón de Jesús.
El evangelio de este domingo (Lc 17, 5-10) comienza con la petición de las discípulos al Señor: "Señor aumentamos la fe". En otro cambio de lógica -a lo que Jesús nos tiene acostumbrados- se nos dice que si nuestra fe fuera del tamaño de una semillita de mostaza haríamos prodigios como el de arrancar un árbol de raíz y plantarlo en el mar. Ea es la fe propia de los servidores.
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