Por Onofre Salvador
Es sabido de manos de las teorías y prácticas, elaboradas y ejecutadas a lo largo de la historia, así como en el tiempo presente, que el conjunto de naciones, componentes de las partes habitables del globo terráqueo, tienen una diversidad de formalidades, disímiles las unas de las otras, dada las características de su gente, fundamentada en los patrones culturales, entre otros rasgos distintivos.
El avance hacia el desarrollo de cada país, está supeditado a una serie de condiciones, entre las que resaltan aspectos de carácter material, como el clima, fertilidad de sus suelos, ubicación geográfica y entorno externo, pero más que eso, está la idiosincrasia de la gente que los puebla, misma que resulta ser determinante en el retraso o necesario impulso para alcanzar niveles de superación colectiva.
Hace unos días, propiamente en otro de mis escritos, me refería a los factores ideológicos practicados en las diversas etapas en los países, donde hacía incapié en una serie de fracasos, los que han sido visibles por múltiples generaciones que han soñado y continúan soñando con un mundo más equilibrado en el uso de los bienes materiales.
No estamos para inclinamos por un lado u otro, los experimentos son necios, dejan ver las aberrantes secuelas, que nos dicen mucho sobre el comportamiento de las clases dominantes y gobernantes, dejando claro en este concepto, mezcla de la filosofía, sociología, política y economía, que más allá de los factores de las teorías, subyacen aquellas particularidades muy centradas en la persona, que dan las pautas de lo que serán en el ineludible transcurrir de los años.
Hoy, sin tener que ser genio, ni cosa parecida, se muestran hasta nuestros ojos, realidades inocultables, a las que apostamos hasta el delirio, sin que fuesen aquellas utopías que hemos percibido alguna vez. Gritamos en nuestro interior y fuera de el, apostando a la justicia y paridad económica, dada las viejas teorías nacidas a la luz de mentes brillantes, cuyas explicaciones dejaron pocos resquicios al campo de la especulación.
Milenios y siglos de incesantes ensayos, socorridas prácticas y demás acciones del género humano, han dejado ver los grandes obstáculos, los que giran de manera puntual a lo que somos, la pura esencia, punto determinante, a lo que se suman otros aspectos materiales. Idea y materia, se han disputado irremediablente el curso hasta ahora y lo que ha de venir, lo demás se enmarca en ramificaciones.
Fue de Solón, poeta, legislador y reformador, del pueblo ateniense en la antigua Grecia, de quien nace el término democracia, para anteponerlo como aplicación en las asambleas de ciudadanos, a las decisiones personalistas nacidas de las monarquías. Desde ahí se ha dado pie a una diversidad de marcos ideológicos, que han apostado a la profundización metodológica y diversificación en el llamado ámbito democrático y fuera de el.
Visto todo este espectro, es necesario acotar, que existen notables avances en vertientes de la vida humana, lo que no puede bajo ninguna circunstancia a la luz de la realidad, colocarnos cómo soberbios escépticos. Lo que necesariamente, debe ser estudiado y se entiende que lo ha sido en demasía, es el fenómeno individualista, ese que nos coloca de manera irrefutable, aun con la facultad exclusiva del razonamiento, del lado cobarde y absurdo que nos manda a convivir como si fuéramos seres de galaxias o mundos diferentes.
Es probable y en esto no quiero caer en el campo del divagar, que los modelos ideológicos han respondido y responden a eso impregnado en la mentalidad social en momentos determinados. Es válido entonces, si nos vamos a los casos extremos, que los pueblos tienen lo que merecen. Esto parece ser una verdad de a puño, sin embargo, los pueblos, por la razón que sea, esto entiendo que ha sido explicado hasta el cansancio, terminan sucumbiendo ante los pies de las llamadas clases dominantes, quienes desde una óptica de poder disuasivo y expansivo, diseñan y asumen la dirección en todos los espacios terrenales.
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